Toda mujer es un ser superior reencarnada en la Naturaleza, un ser puro y mágico que debería preservar sus necesidades y anhelos.
Toda mujer debería sentirse como una diosa y sacar de su interior ese don que todas poseemos, descubrir sus virtudes y sentirse pletórica de la vida.
En la mitología celta, la diosa Dana o Anu, era la Gran Diosa Madre, era la floreciente fertilidad, la Madre de todos los dioses y formaba una trinidad, era la protectora del ganado, de la salud, de la prosperidad. Era una diosa lunar y los ríos y pozos estaban bajo su protección. A ella se apelaba para que concediera abundancia, sabiduría y comodidad.
¿Acaso no busca el bebe la abundancia de sus pechos para amamantarse, no son las madres las más sabias?
¿No busca el hombre la comodidad de tener una mujer a su lado?
Todas tenemos algo de Dana en nuestro interior.
Este es su mensaje:
“Tu sabiduría se extiende hasta los confines de épocas antiguas. Has traído este conocimiento hasta tu encarnación actual, mostrando el camino a otros para que se beneficien de tus experiencias. No demores la expresión de esta sabiduría. Te asistiré en plataformas para manifestar tus enseñanzas espirituales, sea mediante ejemplo, la escritura o el discurso. Todas las formas de enseñanzas son igualmente valiosas, sin importar a cuantas vidas alcances.”
(Las cartas del oráculo de las Diosas; D. Virtud)
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